

El Parador, con su imponente presencia y su arquitectura medieval, nos acogió con una mezcla de lujo y tradición. Desde la terraza, las vistas panorámicas nos dejaron sin aliento: colinas verdes que se extendían hasta donde alcanzaba la vista, con el sol matutino bañándolas en tonos dorados.



Nuestro primer destino fue el Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, un lugar que rezuma historia en cada piedra. Caminamos juntos por los claustros, maravillándonos ante las obras maestras artísticas y la solemnidad que envolvía el lugar. Isabel y yo nos detuvimos en la Capilla Mayor, sintiendo una conexión especial con la espiritualidad que impregnaba el monasterio.


Explorar la judería fue como sumergirnos en un libro de cuentos antiguo. Las estrechas callejuelas adoquinadas nos guiaron hacia los Arco del Chorro Gordo y Arco del Tinte, donde la historia de Guadalupe se desplegaba ante nosotros. Isabel y yo nos imaginamos cómo sería la vida en aquellos tiempos, dejándonos llevar por la magia del lugar.





La Fuente del Ángel se convirtió en nuestro refugio durante el mediodía. Descansamos a la sombra de sus frescos chorros de agua, disfrutando de la serenidad del entorno y de la animada charla de los lugareños que se reunían allí. La plaza se llenó de risas y anécdotas compartidas, creando un ambiente acogedor que nos hizo sentir como parte de la comunidad.

La Ermita del Humilladero, rodeada de naturaleza, nos ofreció un momento de calma y reflexión. Con los brazos entrelazados, contemplamos el paisaje que se extendía ante nosotros, agradeciendo la oportunidad de compartir este viaje único.





El Viaducto de Guadalupe, majestuoso en su estructura, nos condujo hacia el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara. Desde sus alturas, las vistas panorámicas nos dejaron sin palabras. Isabel y yo compartimos un instante de silenciosa admiración, capturando la grandeza de la naturaleza y la historia entrelazadas.



Guadalupe nos regaló un viaje lleno de momentos especiales, pero fue la combinación de la arquitectura histórica, la calidez de su gente y la belleza natural lo que hizo que este viaje fuera verdaderamente inolvidable. Cada paso que dimos juntos por este encantador rincón de Extremadura quedará grabado en nuestra memoria como una experiencia que fortaleció nuestra conexión y nos llenó de gratitud por la riqueza cultural que nos rodea.




